
... Era un domingo, 20 de diciembre, estaba en mi cocina, ya había terminado de comer y me disponía a lavar los platos, esa tarea que después de comer tanta pereza da, cuando mi móvil sonó. Creía que era Pablo, pero no, en mi móvil ponía "papá"...
[Desde aquella discusión en mi casa (en junio) no había tenido ninguna llamada de mis padres, me habían llamado mis hermanos, mis primas, mi vecina, mi tía... pero mis padres no. Si había hablado con ellos por teléfono, pero era yo la que llamaba para hablar algún asunto puntual y siempre terminaban gritandome, insultandome y seguidamente me colgaban... yo por el contrario ni gritaba ni mucho menos insultaba, sabía que lo estaban pasando mal.
Pero no entendía como podían estar seis meses sin saber de una hija, solo porque discutimos, porque yo quería estar con un chico y ellos no lo respetaron. Yo por otro lado también tengo mi culpa, yo el día que discutimos, salí de casa, no volví y al día siguiente estaba cogiendo un autobús para cruzar España y estar con él.
La situación con mis padres era complicada, aunque yo no estuviera con aquel chico, había mucho dolor, mucho orgullo, muchas malas palabras, demasiadas cosas que dolían. Yo por mi lado había intentado hablar con ellos unas cuantas veces y "me daban en las narices" con malas palabras, gritos... y todo eso me hundía demasiado, así que decidí darlos tiempo y que fueran ellos los que dieran el primer paso.]
Y así fue, descolgué mi móvil y conteste, era mi padre, quería verme y hablar conmigo, me pregunto como estaba y quedamos ese mismo domingo a las siete en la plaza de los Santos Niños. Pase un par de horas de los nervios, no sabía que pensar, me esperaba desde un abrazo con sentimiento hasta un buen cachete... no sabía que reacción iba a tener mi padre.
Llegue a la plaza y le vi a lo lejos, estaba más delgado, cuanto más me acercaba más se giraba, no me aguantaba la mirada. Fue estar a su lado y echarse a llorar como nunca la había visto, me abrazo con un sentimiento tan grande, que inundo mis ojos, él continuo llorando. Se me partió el corazón, nunca había visto a mi padre así, pero por otro lado me sentía agusto y tranquila al ver que al fin todo había acabado y ya estaba en sus brazos.
La tarde fue muy intensa, hablamos de todo lo que había pasado, todas las cosas malas, todo lo ocurrido, la finalidad de ambos era arreglar todo, que más o menos todo volviera a la normalidad. Quedamos en vernos más a menudo y quedar también con mi madre (tema más complicado) y mis hermanos.