
Hablábamos muchas horas al día o por lo menos las que yo me podía escapar, inventaba escusas para poder hablar con ella, aprovechaba cualquier hueco que tenía. Ella era mi vía de escape. Hablábamos horas y horas, hasta altas horas de la madrugada, me sentía muy cómoda con ella, hablábamos con mucha confianza, sin pelos en la lengua. Poco a poco empezamos a coger complicidad, a entendernos y a descubrir que, pese a nuestras diferencias, no eramos tan distintas.
PAOLA es una chica:

y la lista de adjetivos para definirla es interminable.
Ella para mi era una amiga, una confidente, es la única persona que ha sabido como soy en cada detalle, la única que hiciera lo que hiciera SIEMPRE me ha apoyado, me ha intentado entender, me ha aconsejado.... y sobre todo siempre en la situación que fuera me ha animado en los momentos malos y ha sabido mostrarme SIEMPRE el lado bueno de la vida.
Pero también la deje a un lado, como a todos los demás cuando deje mi vida y se lo dí todo a él. Y SIEMPRE me arrepentiré de de ello. Pero aunque dejé mi vida y fui lejos nunca la olvide y SIEMPRE estuvo en mi cabeza y sobre todo en mi corazón. Ella es una persona, que por muchos kilómetros que nos separen, la siento día a día tan cerca como si estuviera junto a mi.
Es una sensación inexplicable y más cuando no has estado nunca con la persona y solo la conoces a través de la red. A pesar de todas las relaciones que he tenido por internet, ya sean amistad o lo que sea, nunca con ninguna de esas personas las he sentido tanto como siento yo a Paola hablando con ella o no.